Conforme han pasado mis años las lecturas han sido diferentes, las epocas del año parecen registrar según la acometida, hasta de una misma obra. En el invierno me da por leer obras filosóficas, ensayos, novela corta. En verano me gusta la cerveza bien fría y leer novela negra y poesía. Apenas leyendo las primeras líneas de este blog y ya disfruto plenamente del estilo y voz particular. Recomendable al cien.
Existe la idea de que el verano lo cambia todo, también nuestro modo de leer, los títulos que elegimos e, incluso, el juicio que emitimos sobre lo leído. Alberto Manguel escribía un buen análisis sobre esta cuestión el pasado julio en Babelia. Aunque empieza señalando la posibilidad de que el lector escoja en verano libros que no seleccionaría en invierno, y que le pase por alto a Dan Brown cosas que no le permitiría en lecturas invernales, al final coincido más con su opinión: no hay libros de verano opuestos a los de invierno; si acaso, somos los lectores los que transformamos en lectura de evasión el libro que escogemos. Nuestro talante los cambia a ellos, y no al revés.
Y es que, si no media un paro de larga duración (esperemos no llegar a comprobarlo), un Sueldo Nescafé para toda la vida (eso ya me gustaría más) o somos…
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