Ablación

Ablación de los astros
centinelas que no se cansan
y sus flechas flamígeras
fusionan nuestros días y noches.

Todo lo inservible se consume
y queda la única flama
donde sopla un mechero
al encuentro de dos seres.

El viento cambia cada segundo
de nuestras manos escurren lenguas de fuego
capaces de incendiar sábanas de nubes
pero los cuerpos no se gastan por abrasión
más aún
se concatenan
intentan fundirse
y de un reciclaje continuo
se extravían en un enorme crisol
porque siempre habrá
un surtidor de metal fundido
que raje las venas por las ensambladuras
y empotre por dentro el endurecimiento.

Ahora bien
lo que desgasta el alma
es el cagafierro de las tentativas
por encontrar una y otra vez
la flama codiciada
y cuando se encuentra
no sabemos qué hacer
con ella nos quemamos los labios
y de cogoteras nos cubrimos
para ocultar las escorias de soberbia.