Con “Los cuentos de la mujer perdida” , Jaime Romero Robledo, escritor chihuahuense, ganó el Premio Chihuahua en Literatura en el año de 1998 y en aquél entonces el autor contaba con 24 años de edad. La curiosidad me hizo presa al cuestionarme el tratamiento que un joven de esa edad pudiera darle al fondo y la forma de la obra. Pronto me di cuenta que el fondo no tenía novedad alguna, por lo que me enfoqué más a la forma. Aquí es donde el talento de Jaime Romero desbordó por su frescura.
En los 21 relatos que conforman esta obra, predominan las aventuras de personajes masculinos que en su mayoría son jóvenes. Personajes que entre el desamor y los sueños de conquista buscan a la mujer perdida, a la mujer perfecta. El lenguaje es llano, pero en la parte central me pareció que ascendía hasta rayar en ensayo poético en Mujer de memoria, relato que me ha encantado. Es una situación que cualquiera puede adueñarse de ella, es una simple experiencia de mirar un rostro y guardarlo para nuestro ser, para nuestra memoria, para escribirlo y configurarlo en forma de nostalgia y así disfrutarlo. Mujer de memoria es la experiencia de un personaje solitario que en un viaje a Praga observa ese rostro que le da sentido a su existencia, girando en espiral ascendente en su memoria hasta que al final de cuentas se va diluyendo. Entonces decide regresar a buscar a esa mujer perdida.
En Laberinto algunos podremos vernos reflejados en nuestra locura por buscar a la mujer perfecta, terminando de una manera sorprendente en los ductos de los aires, locos escapados de nuestro confinamiento y que podemos durar varios días hasta que aparezca la mujer salvadora, no importa que nos engañe diciendo que es la última en existencia, que las demás ya se fueron.
Martín Contreras es un joven trabajador que abre los relatos y podríamos imaginar que es el mismo que los cierra con el mismo tema de los volantes repartidos en las calles. En Martin y Martha él recibe volantes misteriosos donde ella lo invita a una cita mientras se traslada diariamente a su trabajo. Jamás acude, teme ser objeto de una broma. ¿Quién te invita a una cita por medio de volantes? Sin embargo, cuando por fin se decide, ya es demasiado tarde. Martha ya es mujer perdida. En Volantes, sucede lo mismo mejorando su situación al sentirse mejor ciudadano que los demás por no romper el papel frente al repartidor. Lo dobla cuidadosamente y lo guarda en el bolsillo de su pantalón.
Algo que encontré en la forma y que lo considero bien logrado, es que en algunos relatos finalizan con una referencia circular con la parte central del nudo. Por ejemplo en El Escribidor, termina la historia tratando de vivir lo que tantas veces ha escrito, encontrarse con la mujer que lleva “un vestido a veces rojo, a veces amarillo” mientras va por el mercado buscando la manita rascadora. Por cierto, es uno de los pocos que tiene un final casi feliz cuando se rasca con la manita que ha comprado. Casi feliz porque la mujer no aparece.
Algunas historias nos recuerdan esa época de la adolescencia donde soñar despiertos con la imaginación de una chica besándote, inevitablemente desembocaba en sueños húmedos o eróticos con una chica dos o tres años mayor que tu, sueños que terminaban en frustración y ante la posible burla de unos gorditos que te gritan: “Cry , babe, cry”, por una mujer que jamás llegó a ser nuestra, una mujer de memoria, mujeres que jamás estarán a nuestro lado, no importa que tan reales sean los sueños. Se trata de la inocencia de un niño de catorce años que sueña a conquistar a Katy, la más hermosa jamás vista. No es necesario una edad específica para contar sobre lo vivido, si lo vivido es lo mismo que nos ha pasado a todos, es decir, la adolescencia.
Jaime Romero nos muestra que se puede escribir sobre la vida de una forma diferente apegada a su fresco talento. El oficio se adquiere escribiendo y contando sucesos tal vez simples pero de una manera propia, diferente. El autor es actualmente maestro de literatura hispanoamericana por la Universidad Estatal de Nuevo México. Ha escrito guiones para cine y televisión. Ganó el Premio Bellas Artes de Narrativa Colima 2010, ha sido becario del FONCA para jóvenes creadores 2005-2006. En el 2011 presentó su obra “El Mundo de Ocho Espacios”.