Tiempo Lunar
Autor: Rhafhaell
Por las rendijas del tiempo, la noche ha llegado. Una oscuridad total vuelve a invadir las miradas . Aquél hombre, solitario en su habitación, busca a tientas su billetera. Se topa con la negrura casi sólida de la oscuridad que lo deja un poco sin respiración. Quiso encender la luz pero había un apagón general en su colonia y afuera llovía desde hacía rato y fuerte. Por fin encontró la billetera encima de la mesa y se dirigió a la ventana. La lluvia se escuchaba caer más fuerte que en la tarde. Tuvo que abrir la ventana para respirar aire húmedo y fresco. Sintió un poco de brisa y se tragó al instante imaginando lo triste que estaría la luna en esa noche lluviosa. Quiso hacerle compañía y por algunas de las rendijas que las nubes dejaban, le dedico un poco de pensamiento y también un poco de su tiempo. Pero lo que él no sabía es que el tiempo lunar era muy diferente al tiempo terrestre y algo sucedió que sentía cómo su vientre se elevaba hacia el diafragma produciendo extraños ruidos. Era un efecto especial que ejerce la luna sobre ciertas personas. A algunas le duele la cabeza y a otras les da por orinar seguido. Algo tenía que ver con ese efecto de la marea o gravedad sobre los fluidos.
A él se le subieron a las paredes superiores de todos sus tejidos y sus órganos se inflamaron un poco, era como si un gran imán lo atrajera creándole una sensación de bienestar. Sintió la necesidad de salirse y en el centro de la calle, empezó a mojarse y mostrarle su rostro a la lluvia. Extendió sus brazos hacia arriba y sintió el efecto de la ionización sobre sus pulmones. Aquí entró en un estado de trance preguntándose algunas cuestiones filosóficas sobre su vida. Mandó al diablo los silencios que obtuvo como respuesta. La atracción que la luna ejercía sobre él era algo mágico. Una fuerza extraña lo separó del suelo y lentamente se elevó por sobre todas las cosas. En la oscuridad del firmamento, apareció bajo sus pies, el tapizado de luces de neón y mercurio de la ciudad que dibujaban geometrías exactas y paralelismos jamás vistos por él. Miró a la luna cada vez más cerca y le sonrió en señal de agradecimiento por lo que él creía era un sueño. Sólo sintió un poco de nostalgia por haber abandonado su pequeña habitación.
Por fin llegó a un paraje lunar donde se asombraba por respirar sin dificultad. Todo lo que le habían dicho o lo que había leído sobre la luna era falso. Solo él sabía ahora la verdad. Se movía con facilidad y libertad con tan solo pensarlo. Ahí estaba, encima de su enamorada, sobre una pequeña porción de su piel, explorando grietas y cráteres profundos. Se extasió en la novedad de días y noches lunares, se sació del más preciado tesoro lunar y un día se sintió extrañamente solo. Pero sabía que no estaba solo, ahí estaba la luna, siempre había estado ahí pero en silencio, amándose por años, comiendo y bebiendo ambos de sus propios sueños e ilusiones. Un día lunar cualquiera, él le preguntó la más terrible de todas las preguntas que se le puedan hacer a la luna: ¿estoy muerto?