Las llaves cuento por Rhafhaell

Dialogos por Rhafhaell
Dialogos, por Rhafhaell

Las llaves

Miro las llaves y la cerradura. La puerta es de una casona vieja ubicada en el centro de la ciudad. Hasta la misma acera me recuerda tu presencia. La primera vez, ella me dijo algo sobre los misterios que hay detrás de una puerta, siempre hay algo, una sorpresa, un miedo o tal vez el vacío de un abismo, sobre todo cuando uno la abre por primera vez. En pocos casos una llave se convierte en una promesa, un objeto salvador que inevitablemente nos lleva a dibujar una     sonrisa especial cuando alguien nos espera. El cerrojo receptivo hace temblar mi mano al igual que cuando acaricié tus senos infantiles por primera vez. Recuerdo que después me temblaba la humanidad entera cuando descubrí la malicia en tu mirada y en esos ojos me miré desprotegido y abandonado. La llave se introdujo bajo la luz de la luna. Es increíble la magia de unos medios giros donde se exploran profundidades insospechadas y el pensamiento es similar en esta ocasión. Sin embargo, siento que todo se ha vuelto polvo de recuerdos a pesar de que ayer fue la última vez que te vi. Me ha dolido tanto tu despedida y ese tanto me lo he restregado una y otra vez en mi cara que tuve que llorar de impotencia, de coraje. Me voy a estudiar al extranjero, dijiste. ¿Y a mí qué me importa el extranjero o los estudios? ¿Por qué no estás ahí detrás de la puerta? ¿Por qué me siento tan culpable? Aquí estoy, a un paso de entrar, donde solo un olor a humedad con un poco de oscuridad serán los únicos que me reciban.  No quiero encender la luz. Quiero imaginar que aún me esperas ahí, más adentro o debajo de las sábanas. La llave ha pasado a un segundo término, apretándola fuertemente en mi mano. Cómo pierden de pronto su utilidad las cosas que nos rodean. Por un instante, sin la llave, no podría existir o ser este ser que ahonda sus pasos por el pasillo buscándote. La llave la deposito en mi bolsillo derecho de mi  pantalón. Ahí quedará guardada hasta que sea necesario, así como fuimos guardando momentos y silencios para cuando nos hicieran falta. Seguirán latentes los metales cobrizados, pacientes hasta la eternidad o perdidos en la nada; insisto, por ahora ya no tienen utilidad y quiero guardar tu despedida en el bolsillo izquierdo de mi pantalón.  Me  dijiste que estabas enamorada de la vida primeramente y enseguida estaba yo. Por mi parte, he estado enamorado de ti y la vida me importa una mierda si no estás junto a mí. Bueno, bueno, ¿para qué escandalizar tanto si tengo todavía la llave de tu departamento y aquí me entregaré todos los días al perfume nostálgico de tu cuerpo? Todavía conservo la llave que abrirá invisiblemente cada rincón de este templo. Yo tengo la llave y tú te quedas allá afuera hasta que yo decida abrirte, si es que algún día vuelves. Por lo pronto, allá te dejaré en el extranjero. Tengo la llave que abre todo: las miradas  de otros, por ejemplo. Esas no se cierra tras de sí. Esta locura de estar introduciendo maliciosamente la llave. Ese objeto fálico entrando y saliendo en cada instante del cerrojo oscuro. No hay más acción explícita de este recuerdo junto a ti que solamente recordar un candado que ha existido por los siglos de los siglos. Aún los seres celestiales tienen en su poder una llave que abrirá los abismos. Y por mil años gobernarán las llaves que lo abrirán todo. Qué me importa esperar esos mil años si no puedo soportar un día más sin verte. Ayer encontré otra llave debajo de tu cama. Es curioso pero no es de éste tu departamento. Hace tiempo yo perdí una. Se me aceleró el corazón pensando en otro cerrojos. Hubo un nombre: Rosaura. Pero no soy capaz de serte infiel aún en tu ausencia. Ya te lo había dicho, este lugar es como un templo, no debe de ser blasfemado ni con el pensamiento. Ahora tengo ya dos llaves. Mucha emoción para un solo instante considerando el hastío de este día en el que los recuerdos se conjugan por el centro de mi estómago. Me siento en el sofá. No he querido encender la luz. Prefiero dejarme llevar por el olor de tu ropa íntima. Aún flota el aroma de tu pubis cercando el instante. Me hundo, me derrumbo de nuevo en el llanto. Te extraño demasiado y no sé si pueda soportar todo esto aún teniendo la llave que yace inerte y despreocupada dentro de mi bolsillo. La otra llave ha guardado una gran distancia entre los bolsillos. Si al menos pudiera juntarlas, disminuirles su tristeza  y soledad y de paso las mías.

 

En la recámara me encuentro con el guardarropa y el espejo que se sujeta a la puerta y en cierta parte existe un nuevo cerrojo. Otra llave, pensé. ¿Cuántas llaves existirán en la vida de un hombre? ¿Cuáles tomarán la debida importancia y cuáles quedarán como objetos relegados a segundos personajes? Recuerdo que la llave del guardarropa, ella acostumbraba a dejarla sobre el mismo pero no ahí no estaba. Ha caminado seguramente. O ¿por qué no? Se ha suicidado, le ha dolido tanto tu ausencia ¿Dónde demonios la dejé? ¡Ah! En el primer cajón. Si, aquí está. La miro y me percato de lo extrañamente diferente que es a las demás. Cada una tendrá su propia personalidad, me supongo Odio las comparaciones, será por eso que no colecciono llaves. ¿Habrá una llave gemela para cada llave? ¿Dónde podré encontrar tu alma gemela? En este espacio, donde todo está lleno de ti, admitiré réplicas de llaves. Es tan grande mi dolor que prefiero dejar todo afuera pero descubro una nueva llave frente a mí, una más que ha servido para desatar mi dolor.

Al abrir el guardarropa miro algunas prendas que has dejado. No sé si a propósito para que yo tenga que crear mi lado fetichista y con los pensamientos evocar cómo disfrutaba acariciándote con esas prendas o será que simplemente las dejaste ahí, así nada más, como a mí.

Miro la cómoda e inmediatamente recuerdo cuando aquél día cuando me indicaste que sobre ella estaba el duplicado de la llave, esta que precisamente llevo sobre el bolsillo. Fue un instante mágico. Mi vida cambió completamente desde entonces. Ahí está la copia de tu llave, insistías al verme con la mirada perdida. La llave no sólo abría el departamento sino todo un horizonte de expectativas. El mundo entero se me abrió con esa llave. Además  era una llave-permiso, algo así como una llave-autorización para invadir, a la hora que yo quisiera, tus espacios reservados. La llave-idea me botó la cabeza por varios días sin saber cómo reaccionar. Al principio no la utilizaba con el temor de verme abusando de esa llave-confianza. Después tuve que usarla por que  me pareció, que tu extrañeza por no utilizarla, estaba dando malas interpretaciones en el sentido de no importarme la llave. Por eso decidí usarla por las mañanas, en las noches, en momentos que yo sabía te encontraría desnuda o bañándote. Esto último, si no te habías dado cuenta,  con toda la malicia que puedas imaginarte.

La llave no tiene opinión y tampoco sabe contestar el teléfono que ahora es más insistente. Si contesto y no eres tú soy capaz de…

-¿Bueno?

-Javier, soy yo, Beatriz. Sabía que ahí te encontraría.

-¿Y dónde más? ¿Cómo te ha ido en el viaje?

-No hubo viaje. Por eso te llamo. He preferido quedarme contigo. Al diablo mis estudios en el extranjero. He pensado todo lo que me has dicho y creo que ya  encontraremos una forma de hacer algo juntos. ¿No crees?

-¿Estás bromeando? ¿En dónde estás? Voy por ti inmediatamente.

-Estoy en casa de Norma, ¿la recuerdas?

-Claro, claro. Voy para allá.

 

Pero no, no eres tú y el teléfono sigue sonando, he decidido no contestarlo. ¿Y si verdaderamente es Beatriz? Maldita sea, ya voy, ya voy.

-¿Bueno?

-Javier, soy yo, Beatriz. Sabía que ahí te encontraría.

-¿Y dónde más? ¿Cómo te ha ido en el viaje?

-Muy bien. Mira, nada más te llamo para pedirte como último favor, le entregues la llave del departamento a mi hermano Julián. Él te buscará. Te lo agradezco mucho. Lo siento, he decidido venderlo para solventar algunos gastos por acá.

-No te preocupes, Beatriz. Yo mismo se la entregaré. Cuídate y nos hablamos como ya habíamos quedado, ¿sale?

-Sale. Cuídate.

 

Por última vez la llave sigue siendo mía y cierro la puerta de este departamento. La sujeto firmemente en mi mano mientras voy cruzando la acera. El coche me está esperando y… no encuentro las llaves. ¿Dónde las habré dejado? Ahora después de todo esto debo de encontrarle un nuevo significado a esas llaves que se me han quedado dentro del coche. Tendré que llamar a un cerrajero.

Marzo 2014

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