Noche de bar en Saltillo

servilletas 01
Servilletas bar de Saltillo

Memorias en las servilletas.

La habitación del hotel huele a tedio y soledad. La noche ha llegado y la televisión no es suficiente para soportar el insomnio. Me exilio en el bar mas cercano. Flaca, regálame un cigarro y dime tu nombre. Cigarrillo. EL humo de tus palabras sobre el ambiente. No fumo, no bebo, aún. Angélica, me contesta con un aliento a menta. Angélica, repito. (Los ángeles me siguen persiguiendo).  No logro comprender su mirada, su gesto rubí, sus señales. ¿Buscas igual que yo? Esas constantes caricias a tu pelo significa algo, dime, ¿ qué es? Solo una cerveza, por lo pronto. Espiga que se aleja mecida por el viento de su andar cadencioso. Mujer delgada en pasión grande.

¿Cuánto me costará arrancarle unos jirones a la tela de su desprecio ensayado? No quedarás olvidada en la inmortalidad de esta servilleta. ¿Cómo cabe tanta alma en un cuerpo tan diminuto? Y si te dijera… No, no te dije nada.  El fuego se va consumiendo. Te fumo por las rodillas, por los codos, por el sexo, te fumo hasta por las plantas de los pies, te fumo un poema. ¿Uno que me costará tal vez dos o tres cervezas  y un cigarro? Me abrazo a esta perra vida bailando entre las melodías de tu cadera. Un mesero trae el alma con un poco de limón. Cambia el cenicero.

Esta es una prueba de la noche, servilleta vil, puta nocturna. La gente me mira haciéndole el amor a la servilleta con la pluma. ¿Voyeristas? He sentido de nuevo el placer de nombrar las cosas, bautizarlas, como yo quiera buscar en este oficio. La forma de la cerveza y su espuma me invaden,  sube la música,  me abraza el humo y un pinche loco me sigue mirando. El ángel (Angélica) se ha convertido ahora en rubí. Brilla, sí, preciosa, pero sigue siendo  una piedra preciosa. Frenesí vestida de movimientos calculadores. Muslos, nalgas y  vientre con música de Ghost.

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¡Almas embriagadas¡  ¿Qué me ven? Yo se que esto es un antro, no un taller literario, así que vuelvan a su madriguera hedionda. Estoy a punto de caer en la tentación, la muerte, el frío, me trueno los dedos nervioso, me mira la piedra, seguramente mientras fumo y bebo, imagino, escucho, miro. ¿Qué me va a costar arrancarle a esta perra vida un minuto de conocerte o mejor aún, inventarte? Estas líneas me han costado más caras que los libros de hoy por la mañana.

Uno de los locos se acerca y me dice su nombre para que lo anote en la servilleta:  Max Karandahs Du Portugal. Payaso de circo, no así no,  Karandash, con sh,  me corrige. Sinceridad de amigos. Es de Tijuana y es payaso en el circo de Moscú. Me pide que lo mencione en mis memorias o lo que sea que estuviese anotando en mis servilletas. Se despide alejándose con su grupo. El payaso no era tan loco. Por fin creo que el anzuelo ha picado  ¿El de él o el mío? Creo haber atrapado un motivo y lo más importante de todo es que lo llevo envuelto en las servilletas de este bar de Saltillo.

Ahora me han preguntado el nombre del bar, se me olvidó anotarlo, estaba embelesado con la flaca.

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