
Sin duda y en forma paradójica, una de las constantes que vivimos en nuestros tiempos ha sido el cambio. Hemos vivido en los últimos cien años miles de cambios a una velocidad vertiginosa los cuales no se habían presentado anteriormente tal vez en mil años, por decirlo de alguna manera. Las sociedades actuales, vistas en nuestras visiones de la realidad, sea esta objetiva o subjetiva, han experimentado cambios en todos los ámbitos que interesan al ser humano: médicos, tecnológicos, históricos, culturales, sociales, políticos, económicos e industriales. Algunos cambios son producto de la misma dinámica de la sociedad y otros son provocados por la intervención de los mismos elementos de la sociedad como producto de una intención deliberada.
La intervención, entendida como forma de trabajar con y para otros, nos da la pauta para entender los procesos de cambio en la sociedad, como parte de un proceso intencionado que implica la búsqueda de un objetivo para satisfacer cierta necesidad de la comunidad. ¿Qué es una comunidad? Son “grupos de personas que comparten un territorio, con rasgos culturales comunes, de comportamientos, sentimientos y niveles de organización que les permita interactuar como un entramado de relaciones sociales donde el sentido de pertenencia, identificación y arraigo adquieren una validez importantísima “(Dávalos, 1998,8). El presente trabajo no pretende ser extensivo en todos los ámbitos que competen a una comunidad, solo para efectos del análisis del concepto de intervención sociocultural, se pretende abordar el tema desde el punto de vista de la gestión cultural.
¿Y qué se entiende por una necesidad social? El individuo, como parte integrante de dicha comunidad, tanto en lo personal como en lo comunitario, cuenta con ciertas necesidades que en el trayecto de su vida buscará la satisfacción de dichas necesidades. Básicamente dichas necesidades se establecían en la subsistencia y la protección (alimento, vestimenta, vivienda, ingresos) pero a mediados de los años 80, Manfred Max Neef nos muestra una redefinición de diferentes categorías de dichas necesidades estableciendo las siguientes: subsistencia, protección, afecto, entendimiento, participación, ocio, creación, identidad, libertad y trascendencia. El problema de la insatisfacción de dichas necesidades, se multiplica al considerarlos dentro de la comunidad. El objetivo: que el individuo logre una mejor calidad de vida y que la sociedad logre sus iguales objetivos.
Para lograr la satisfacción de una o de algunas de dichas necesidades, que se puedan convertir luego en un problema social, existen instituciones legitimadas que se encargan de establecer mecanismos o modelos que resulten positivos. Dentro de dichas instituciones existen profesionales encargados de llevar a cabo las acciones correspondientes para que la maquinaria del cambio lleve sus propósitos. Dichos elementos profesionales, en ocasiones no cuentan con todos los elementos necesarios para que un cambio sea exitoso. Dentro de esos elementos podemos considerar su preparación profesional y sus valores éticos.
¿Qué elementos podemos enumerar que puedan aportar valor a su desarrollo? Es necesario contar con profesionales que sean capaces de interpretar la realidad en una forma científica e integral, capaces de llevar a cabo planeación e implantación de programas o proyectos culturales capaces de producir cambios socioculturales con la debida oportunidad.
Hablando que el cambio sociocultural es un proceso en sí, se debe de entender que la intervención sociocultural es parte de dicho proceso si se consideran las siguientes fases (CEMBRANOS, MONTESINOS y BUSTELO, 1989. ANDER-EGG, 1989. VICHÉ, 1989. FROUFE-GONZÁLEZ, 1995. MERINO, 1997. VENTOSA, 1999):
1) Fundamentación y contextualización.
2) Diagnóstico, investigación o análisis de la realidad.
3) Planificación
4) Intervención sociocultural.
5) Evaluación o fase de valoración.
Ahora bien, si entendemos la intervención sociocultural como la acción dentro de un proceso para llevar a cabo a la práctica, un programa previamente planeado que atienda una demanda cultural de la sociedad, estableciendo un seguimiento que permita la consecución de las metas y una evaluación que permita enjuiciar la efectividad del cambio, estaremos enmarcados en la definición de un concepto que se desprende de lo ya previamente establecido, de un modelo que ha sido repetido varias veces y que sin duda, ha funcionado de diferentes maneras. Podemos considerar, para apoyar el concepto anteriormente expuesto, que “uno de los retos principales que tiene en el campo del desarrollo cultural, es la elaboración de estrategias que permitan favorecer procesos de construcción creativos, no limitados al consumo de las bellas artes, sino llevadas a los espacios de la cotidianidad que permitan la búsqueda de una vida mejor”. (Linares, 1998,142).
En el establecimiento de modelos, establecidos muchas veces por la estructura de la misma sociedad, se limitan en muchas ocasiones, la búsqueda de factores novedosos que permitan buscar nuevas alternativas, frescos caminos que rompan viejos paradigmas. Es por eso que la preparación de los profesionales de la intervención sociocultural, debe estar enmarcada por una ética que fomente los valores capaces de dar optimización a los proyectos. En la preparación profesional y en los proyectos de intervención, debe de considerarse al hombre como parte central fomentando su participación y la creatividad.
En el desarrollo de planes educativos profesionales, se debe de contribuir a la construcción del individuo dentro de la sociedad, que le facilite el proceso de identidad personal y social, además de facilitarle la apreciación y creación de valores éticos y estéticos y el despliegue de la creatividad. Sin duda muchos de esos aspectos se dan en algunos planes educativos, pero aquí se quiere resaltar la idea de la creatividad. No se puede ser creativo si se siguen utilizando las mismas formulas, los mismos modelos, las mismas soluciones para diferentes problemas.
Conclusiones
Hay algunas interrogantes en las que se puede ahondar tratando de dar mayor luz al asunto, sin embargo, es importante profundizar en los procesos creativos tanto en las instituciones como de los profesionales legitimados, para evitar en la medida de lo posible, la utilización de soluciones recicladas, el establecimiento de políticas culturales obsoletas que no van de acuerdo a las necesidades reales de la sociedad y el óptimo aprovechamiento de todos los elementos existentes. ¿Será tan difícil establecer la creatividad como parte primordial o prioritaria dentro de los procesos generadores de cambios socioculturales? ¿Será difícil cambiar aquellos modelos educativos que impone la super-estructura y que no fomentan la creatividad dentro del individuo? ¿Nos enseñan en las escuelas a pensar la realidad, a pensar y expresar nuestra esencia como ser humano, a pensar con otros y fomentar la creatividad, sobre todo en el ámbito de la gestión cultural? En otras disciplinas es parte de lo prioritario.
Rafa Jurado, Septiembre 2009
Bibliografía
Ventosa, Víctor J. La intervención y el seguimiento en la animación, Definiciones, objetivos y funciones. En Desarrollo y Evaluación de proyectos socioculturales. (pp. 16-20). Madrid: 2001.
Carballeda, Alfredo J. La intervención en lo social como proceso. En la interbención social, Exclusión e integración en los nuevos escenarios sociales. (pp. 93-95). Buenos Aires: 2005.