A diario podemos inventar historias, pasajes, personajes. Eso es lo maravilloso de los espejismos. Me invento en la historia de cualquiera, me escabullo en las sábanas del ser que yo quiera o me poso en los labios de quien me plazca. ¿No es genial? Solo que a veces pareciera que el libro abierto queda tan frágil, tan expuesto que alguien quiere luego adivinar, descifrar lo encriptado. Se creen brujos, pero la historia es la misma, en lo sencillo estriba el secreto. Los días no cambian, si acaso, sólo de posición.
La locura viene de nuevo. Te acecha en las noches, por eso inventas un nuevo día cada mañana. ¿Qué vendrá? Espejismos de nuevo. Uno es un ser frágil, presa fácil de la trama, y sólo experimentando en carne propia, se puede hablar o escribir de lo que sea. ¿Qué sintió, en su última noche el suicida incomprendido? ¿Qué experiencia tuvo el amante nocturno? ¿Qué pensaban los mártires de la historia? Sólo mezclándote entre los deshechos puedes conocer sus olores, sus blasfemias y perdición. Para cantarle a los espejismos y sus sombras, tendrás que creerte que eres parte de los mismos, por eso somos falsos, por que somos producto de nuestra propia invención, mientras allá afuera, sigue esperando la falsa realidad, tan falsa como nuestra propia invención.
La locura llega de nuevo. No sé qué hacer con ella, no sé que historia inventarle.