Siempre que me preguntan sobre el clima en mi localidad, les comento que es muy constante. Siempre, pero siempre está del carajo. Siempre se va a los extremos. El frio lo sufrimos pero de llegar hasta los diez o doce grados bajo cero en la capital, no se diga a menos veinte en la sierra. Cuando hace calor, sufrimos de verdad dado que tenemos zonas desérticas muy cercanas (samalayuca) llegando hasta pasar los cuarenta grados a la sombra. Si llueve, nos caen trombas de miedo. Si sopla el viento no se diga. Y hablando de viento, recuerdo el cuento de Luvina de Juan Rulfo:
-Ya mirará usted ese viento que sopla sobre Luvina. Es pardo. Dicen que porque arrastra arena de volcán; pero lo cierto es que es un aire negro. Ya lo verá usted. Se planta en Luvina prendiéndose de las cosas como si las mordiera.
En esta semana en Mi Reto Creativo, se propone un ensayo, un poema, un cuento o el capitulo de una novela, donde el tema principal sea el Viento. Como nota al margen, comento que el viento afecta la salud mental en algunas partes del mundo donde se incrementan los suicidios por el efecto llamado Fohen (1). Por lo pronto todavía me queda el sabor del polvo después de leer Luvina:
“Aquella noche nos acomodamos para dormir en un rincón de la iglesia, detrás del altar desmantelado. Hasta allí llegaba el viento, aunque un poco menos fuerte. Lo estuvimos oyendo pasar encima de nosotros, con sus largos aullidos; lo estuvimos oyendo entrar y salir de los huecos socavones de las puertas; golpeando con sus manos de aire las cruces del viacrucis: unas cruces grandes y duras hechas con palo de mezquite que colgaban de las paredes a todo lo largo de la iglesia, amarradas con alambres que rechinaban a cada sacudida del viento como si fuera un rechinar de dientes.” (2)
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