Las posibilidades que ha ofrecido el lenguaje, a través de la historia del hombre, han sido parte fundamental en el desarrollo y evolución del mismo, en tal sentido que la expresión ha logrado explicar misterios, crear divinidades y darle una significación a la vida en este planeta.
Muchos han sido los personajes que han intentado dejar sus huellas e incluso trataron de influir en el pensamiento de los demás. Algunos de ellos todavía se dejan sentir en nuestros días; otros han sentado las bases para futuras generaciones.
En el terreno de la lingüística se puede hablar de dos etapas fundamentales en la historia de la humanidad. Una de ellas corresponde al periodo comprendido entre la aparición del ser humano en la faz de la tierra y el nacimiento de uno de los genios de la lingüística, Ferdinand Saussure[1]. El otro es el que le sigue desde que estableció sus bases para la teoría moderna del lenguaje.
Sin embargo, antes de Saussure, otros trataron de dejar establecidos sus conceptos del lenguaje bajo el entorno social, cultural, económico y político de la época que les tocó vivir. Uno de esos personajes fue el gran filósofo judío Moisés Ben Maimón, quien nació en Córdoba, en el año de 1135 y murió en Fustat El Cairo en 1204.[2] En nuestros días se le conoce como Maimónides. Grandes fueron sus aportaciones a la medicina, ciencias naturales, filosofía y matemáticas. Procedía de una familia de jueces y rabinos, por lo que desde temprana edad estudiaba las leyes judías, el Talmud[3], La Torá[4] y desarrolló un gran sentido filosófico.
Como producto de las persecuciones de la época, Maimónides huyó de España y en su huida estudió medicina y ciencias naturales, llegando a ser un gran doctor de su época. Entre sus obras existe la llamada “La guía de los perplejos“[14].
Para comentar esta obra, es necesario analizarla desde dos puntos de vista: el lingüístico y el filosófico-teológico. Antes de comentar la primera de las perspectivas, es necesario establecer ciertos deslindes conceptuales, con el objeto de facilitar la comprensión de la obra mencionada.
Deslindes conceptuales
Los planteamientos de Saussure, se pueden sintetizar en la siguiente proposición : el lenguaje es la facultad exclusiva del hombre, que le permite representar contenidos conceptuales por medio de signos lingüísticos orales o símbolos representativos de los símbolos orales. [5]
El lenguaje cumple su objetivo a través de la comunicación que va encaminada a diferentes elementos, como lo son : contexto, emisor, receptor, canal, mensaje y lengua. Cada uno de estos elementos genera una función respectiva: denotativa, expresiva, connotativa, fática, estética y metalingüística. [6]
La lengua debe de ser entendida como el “sistema que agrupa esos elementos representativos -llamados signos- que en forma estructural asocian esa realidad con una imagen acústica que da, a cada objeto, un nombre único y distintivo.”[7] Por medio del lenguaje y del habla, el hombre ha logrado expresarse , situación exclusiva del ser humano la cual en su forma madura, “implica la diversidad, es decir, la alteridad entre símbolo y contenido simbólico”. [8]
Cuando la expresión se cultiva y es educada genera posibilidades diversas tanto de interpretación como del mismo pensamiento. A esto se le puede llamar productividad, conducta de producción del hombre.
Perspectiva lingüística
Ahora que ya se han expuesto los principales conceptos de la lingüística moderna, se pretende abordar el pensar de Maimónides y entender el fondo de su obra “La guía de los perplejos”[14], la cual, además de orientar al amado discípulo Rabí José, hijo de Rabí Yehuda, fue una guía que iluminó el pensar de varias generaciones, desde la edad media hasta nuestros días. Maimónides explica claramente el objetivo en su introducción: “Tu ausencia me determinó a componer este tratado que he hecho para ti y para los que se te parecen, cualquiera que sea su número” Maimónides pensaba en todos aquellos que tuvieran inquietudes sobre la Metafísica, cuestiones de la ley rabínica, filosofía y matemáticas.
La obra es de una profundidad filosófica de gran valor y aunque perdió su influencia en los ámbitos de aquellas épocas, sigue siendo considerada una obra de inestimable valía, sobre todo si se le analiza desde el punto de vista de “tratado lingüístico” El mismo Maimónides lo expresa en el capítulo “Objeto de la obra”: “Este tratado tiene, primeramente, por objeto, explicar el sentido de algunos nombres que aparecen en los libros proféticos. Unos son homónimos, pero los ignorantes los toman en una sola de sus acepciones. Otros son metafóricos, y se les toma en su significación primitiva, y otros son anfibológicos.”
Maimónides se proponía ilustrar al hombre religioso que tiene establecida en su alma la verdad de la ley judía; y aquel “que es perfecto en su religión y costumbres, que ha estudiado las ciencias de los filósofos y conoce diversos asuntos y que habiéndolo atraído y guiado la razón humana a sus dominios, está desorientado”
“La guía de los perplejos”[14] está escrita por capítulos, muchas veces, sin tener conexión unos con otros, por lo que se puede consultar sin seguir un orden determinado, sin embargo, el lector novato abandonaría cualquier intento por leer la obra de manera tradicional. El lector descubrirá que la obra no fue escrita para el vulgo, ya que se requiere tener previos conocimientos de filosofía, lógica, capacidad de discernimiento y retención.
Pudiera parecer que en momentos existen contradicciones y oposiciones; la verdad, es que así ha sido la historia del mismo pueblo judío y sus leyes. Los mismos maestros rabínicos han entrado en contradicciones al escribir el Talmud y grandes han sido sus esfuerzos por darles alguna explicación; Maimónides salva algunos de estos obstáculos en alas de la filosofía.
La época actual da la oportunidad de tener una teoría moderna del lenguaje establecida por las escuelas del formalismo[9] y del estructuralismo[10] situación que nos coloca en gran ventaja con el pensar de aquella época y, principalmente, con la particularidad del carácter del lenguaje hebreo, que aún predomina en nuestros días. De acuerdo a la teoría del lenguaje que prevalece entre los judíos, el lenguaje es sagrado, prueba de ello son las primeras palabras emitidas por Dios ante la creación. La palabra es acción primeramente. Así está expresada en toda la obra del Torá o Pentateuco[11]
Una vez que Dios ha creado a través de la palabra, incluyendo al hombre, Adán utiliza la palabra para nombrar las cosas y no para comunicarse con ellas. Es por eso que desde un principio, la esencia del lenguaje ha sido metafórica, llevando escondido en su interior la divinidad.
El estudio del lenguaje por parte de Maimónides va en el sentido de justificar las interpretaciones del hombre por medio de procesos de pensamiento, que concibe dentro de sus límites las formas antropomórficas de Dios e incluso darles alas a los ángeles y tratar de explicar, muchas veces en sentido poético, los fenómenos de las apariciones.
En su excelente introducción a la obra en cuestión, Angelina Muñoz-Huberman menciona que “Maimónides ahonda en el lenguaje desde sus aspectos gramaticales, lógicos y semánticos. Establece una distinción entre el lenguaje pronunciado y el lenguaje pensado o representado en la mente”. Maimónides tenía bien claro, los aspectos fundamentales de la teoría del lenguaje moderno que muchos años después quedaría establecida con Saussure y Jakobson.
Maimónides, estableciendo algunos criterios para destacar las homonimias, las metáforas, la aplicación de diferentes verbos y sus asignaciones a Dios y a las cosas; de tal manera que él da sus propias interpretaciones y muestra una guía para el entendimiento de todas estas figuras.
Punto de vista teológico y filosófico.
Ahora bien, todo lo anterior ha sido enfocado desde el punto de vista del estudio del lenguaje, parte menos dificultosa de interpretar; por lo que para poder apreciar todo el contexto de la obra, se pretende analizar la otra parte más profunda: el lado teológico y filosófico.
Maimónides era judío, por lo tanto, sus creencias y principios son los que establece la religión judía :
- La acentuación del antropomorfismo divino.
- La insistencia de la unicidad de Dios ante el concepto de la trinidad cristiana.
- La creencia en la resurrección de los muertos, pero no en el castigo eterno y
- La perduración de la esperanza mesiánica.
En tal sentido Maimónides va estableciendo en cada capítulo sus conceptos metafísicos y los fenómenos físicos que se han atribuido a Dios: “movimiento, oído, vista y olfato, pero no el gusto ni el tacto; el pensamiento, pero no la imaginación”
Para mostrar solo una parte de todos los puntos que en la obra se mencionan, se comentará algunos aspectos relativos a Dios.
“Enunciado: Dios no puede ser definido. Debido a que una definición significa dar cualidades, entablar alguna relación o tener una acción, entonces Dios no tiene cualidades, si no, sería una cosa compuesta; Dios no tiene esencia, si no, sería un sustrato de accidentes; Dios no está en relación con nada, ni con el tiempo y el espacio, el tiempo es un accidente que compete al movimiento y establece anterioridades y posterioridades, la palabra existir se le aplica como una homonimia. Tampoco deben admitirse como atributos de Dios la existencia, la unidad y la eternidad”
Es fácil apreciar el pensar filosófico de Maimónides si comparamos lo establecido por Aristóteles, cuando éste último menciona los atributos del movimiento:
“Es evidente que existe un primer principio y que no existe una serie infinita de causas, ni una infinidad de especies de causas. Y así, desde el punto de vista de la materia, es imposible que haya producción hasta el infinito; que la carne, por ejemplo, proceda de la tierra, la tierra del aire, el aire del fuego sin que esta cadena se acabe nunca. Lo mismo debe entenderse del principio del movimiento…” [12]
Como ya se había comentado anteriormente, Maimónides se refugia en los principios filosóficos y establece que sólo se pueden dar atributos negativos a Dios, es decir, atribuirle negaciones, sólo se puede hablar de Dios por lo que no es. Y es aquí donde Maimónides profundiza un poco más, tratando de explicar cualquier posible contradicción, y en el capítulo LVIII, quiere dejar claro que: “…has de saber que los verdaderos atributos de Dios son aquellos cuya atribución se hace por medio de negaciones, lo que no implica ninguna expresión impropia, ni da lugar, de manera alguna, a atribuir a Dios ninguna imperfección. Explica que, entre más atributos afirmativos se le dan a Dios, se le adjudican más imperfecciones”
La sabiduría de Maimónides se deja sentir todavía en nuestros días. Su obra es aún estudiada y en alguna época se leía en las universidades más importantes de Europa. Se puede concluir que existe una relación inevitable del lenguaje con la religión en cualquiera de los sentidos. El hombre trata de explicar sus orígenes, creencias y sentimientos ante la divinidad, por medio del mismo lenguaje; y éste, producto de un don divino, cierra así el perfecto círculo en el pensamiento de Maimónides.
Si el lenguaje es sagrado, y éste es producto de la ideación y pensamiento, entonces surge del interior del ser humano la divinidad oculta bajo el velo de los signos orales y la representación de los mismos. Dichos signos orales, llamados palabras, designan nuestra esencia. Aristóteles sabía de la importancia de las mismas y dejó establecido que “el que concede que las palabras tienen un sentido, concede que igualmente hay algo de verdadero, independiente de toda demostración… Ante todo queda por lo tanto, fuera de duda esta verdad; que el nombre significa que tal cosa es o no es, la palabra designa un objeto. Para que el pensamiento sea posible es preciso dar un nombre determinado al objeto del pensamiento. El nombre, como dijimos antes, designa la esencia, y designa un objeto único; una naturaleza determinada y atributos de un objeto determinado…”[13]
Si la lengua agrupa todos aquellos elementos llamados signos y que en forma estructural asocian la realidad con una imagen acústica, entonces el carácter de cualquier otra lengua no difiere de la lengua hebrea y no sólo el lenguaje hebreo es sagrado.
La esencia del lenguaje no sólo fue metafórica en sus principios, aún en nuestros días cada palabra es en sí una metáfora que a fuerza de la evolución del homo sapiens (hombre que sabe), se transparenta la relación entre significado y significante, es decir, la del lado cognoscitivo-objetivo-denotativo, donde no hay distorsiones o connotaciones de las expresiones propuestas . Otro asunto sería hablar del lado afectivo-subjetivo-connotativo, donde el sujeto antepone sus capacidades sensibles frente a los objetos de conocimiento. La esencia metafórica del lenguaje se puede resumir, entonces, en estas dos formas que tiene el individuo de apreciar la realidad.
La expresión, vista como un fin en sí misma y utilizando a la comunicación como un medio permite al homo faber (hombre que hace) su plena manifestación a través de los siglos y cumple cabalmente con el objetivo del lenguaje. El análisis de Maimónides se resume en sus propias palabras y establece que “toda escritura se ha expresado según el lenguaje de los hombres” De esto último podemos resumir entonces que Maimónides nos guía a través de sus análisis para demostrar que detrás de esas expresiones, “según el lenguaje de los hombres”, sigue aún existiendo una perplejidad ante el asombro de nuestra propia esencia : la de las palabras.
Notas
[1]Lingüista suizo (Ginebra 1857, Vufflens, Vand 1913) cuyo curso de Lingüística general (1916) fue el punto de partida del estructuralismo.
[2]Gran Larousse Universal, Volumen 25, Pag. 7951
[3]Interpretaciones de textos bíblicos, acompañadas de relatos, cuentos, leyendas, frases, sentencias, máximas o apotegmas. No tienen como objetivo formular reglas, sino formular el carácter y sostener la moral. A esto se le conoce como Mishná. La otra parte se le conoce como Guemará que son comentarios de las academias de Babilonia y Palestina antiguos. El Guemará y El Mishná constituyen el Talmud. Su estilo es complicado, el pensamiento es confuso y las argumentaciones extrañas. Hay contradicciones. Los libros sagrados, Alianza Editorial. Pag. 208.
[4]Además de la ley escrita, Moisés recibe en el monte Sinaí varias enseñanzas orales que se fueron transmitiendo de generación en generación. Es una ley práctica y viva. Los libros sagrados, Alianza Editorial. Pag. 208.
[5]Taller de expresión oral y escrita. Lingüística y comunicación. Antonio Rojas Tapia/Manuel Javier Amaro, De. Banca y Comercio
[6]Roman Jakobson (1896-1982) Impulsor del Círculo lingüístico de Moscú, cuna del formalismo. Científico de gran importancia por sus aportaciones de carácter universal.
[7]Taller de expresión oral y escrita. Lingüística y comunicación. Antonio Rojas Tapia/Manuel Javier Amaro, De. Banca y Comercio, página 20.
[8]Taller de expresión oral y escrita. Lingüística y comunicación. Antonio Rojas Tapia/Manuel Javier Amaro, De. Banca y Comercio, página 27.
[9]Escuela de crítica literaria cuya actividad se ejerció de 1916 a 1930 en Moscú, en Leningrado y luego en Praga, y cuyo objeto consistía en el análisis de las formas literarias.(Larousse multimedia 98)
[10]Teoría lingüística que considera la lengua como un conjunto autónomo y estructurado en el que las relaciones definen los términos a los diversos niveles :fonemas, morfemas, frases. (Larousse multimedia 98)
[11]Libro sagrado para los judíos que consta de los cinco primeros libros de La Biblia : Génesis, Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio
[12]Los Clásicos. Aristóteles, obras filosóficas, Editorial Cumbre, Pag. 12
[…] El estudio del lenguaje por parte de Maimónides va en el sentido de justificar las interpretaciones del hombre por medio de procesos de pensamiento, que concibe dentro de sus límites las formas antropomórficas de Dios e incluso darles alas a los ángeles y tratar de explicar, muchas veces en sentido poético, los fenómenos de las apariciones. Puedes leer todo el articulo aqui. […]
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